Una combi en nuestras vidas (o el desafío de trabajar la paciencia)

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Por: Victoria

Hace casi dos años surgió MedioMundo, esencialmente pensado como un proyecto de viajes y de vida. O al menos para ESTE momento de nuestras vidas.

Desde que nos conocimos con Andrés, siempre pensamos en la posibilidad de que “vivir viajando” sea una alternativa y no resignar los viajes a los quince o veinte días de vacaciones al año que da un trabajo formal sostenido por una vida sedentaria.

Quizá el hecho que nos hayamos conocido viajando fue el mejor presagio de toda esta historia.

Pasaron algunos años, estudios, trabajos, vivir en distintos países, hasta que en un viaje en Perú empezamos a pensar en todo esto: como, que, cuando, donde…. Las primeras preguntas, las de siempre.  Nuestro foco siempre fue América Latina, es decir que el DONDE ya lo teníamos resuelto. En una combi era la forma o el medio para hacer el viaje: llevar nuestra casa rodante o nuestro hogar a cuestas. La forma de financiarlo era a través de MedioMundo (elaborando encuadernación artesanal) además de trabajos temporarios en cualquier lugar donde se diera la posibilidad de quedarnos. El punto más difícil de determinar era el Cuándo… ¿Cuándo nos podríamos ir? Ni siquiera teníamos la combi, ni mucho menos la plata. Tuvimos que poner manos a la obra y empezar: sabíamos que iba a ser largo, lento, por momentos desesperadamente lento, pero teníamos que confiar que la única forma que teníamos era con mucho trabajo y por sobre todo, paciencia. No teníamos más que dos sueldos bastante limitados a lo que se le suma (o resta) el pago de un alquiler. Pero podíamos lograrlo, era cuestión de proponerlo y proyectarlo.

Así llegamos, once meses después de las primeras preguntas en Lima, a ella: nuestra hermosa gorda, la Volkswagen Combi modelo ’87, blanquita y bastante cascada. Se la compramos a un señor (para nosotros “el gordo”) que la tenía literalmente tirada en la puerta de su casa y la usaba solo una vez por semana, como para moverla un poco. Pasábamos caminando por ahí eventualmente, pero cada vez que la veíamos nos quedábamos mirándola y pensando si algún día llegaría a nosotros. Hasta que se dio. Hicimos el negocio con el dueño y finalmente tuvimos en nuestras manos el papel que decía que esa gorda estaba a nombre nuestro. El momento en que nos subimos y arrancamos para llevarla a casa, no lo podíamos creer. Íbamos por la calle felices, y también despacio porque, entre todas las “achurias” que tenía la pobre, el freno no estaba como para andarla pisteando; había que bombearlo y tenerle un poco de paciencia hasta conocerla bien. La felicidad era total, plena. No solo por el logro material de la Combi, sino por nuestro empuje: nos miramos y dijimos: la primera parte, adentro!

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Diciembre de 2015, la combi recién comprada.

 

PRIMERA ETAPA: LO QUE NO SE VE.

Para empezar, una primera mala noticia: ni Andrés ni yo teníamos la más mínima idea de mecánica ni cuestiones relacionadas a los automóviles. Pero esto es lo bueno de los proyectos: siempre aprendemos cosas nuevas, sobre todo de cuestiones que no teníamos ni la mínima intención de aprender.

En Marzo, una vez que volvimos de Río de Janeiro, pusimos manos a la obra. Comenzamos por la palanca de cambios que no andaba ni para adelante, ni para atrás, ni los costados, es decir: los cambios entraban solo de casualidad. Fuimos a un mecánico que todos nos recomendaron que se dedica a trabajar con Volkswagen y especialmente combis y escarabajos. Nos arregló la palanca para salir del paso y nos dijo que cuando pudiéramos, la lleváramos y de a poquito le iba haciendo los arreglos correspondientes. Ya que el mecánico no tenía tiempo en ese momento para que pudiéramos dejarla, seguimos con los pasos siguientes: cambiamos la 2 cubiertas delanteras y balanceamos las cuatro ruedas. También hicimos el cambio de aceite para comenzar a llevar el control. Luego, le toco a Luis, donde la dejamos como un mes, pero salió impecable: embrague, frenos y arreglo del tren delantero y trasero. Ya tenía otro andar….

Luego le cambiamos las escobillas del limpiaparabrisas porque estaban un poco podridas. Mi papá nos consiguió algunas partes necesarias para pasar la futura VTV (Verificación Técnica Vehicular, que es la nos da la “autorización” para salir a la ruta): extintor, llave de cruz, balizas y lanza.

Otra de las cosas que queríamos resolver era el asunto del tubo de GNC que estaba dentro de la combi, pero sin conectar. Lo llevamos a lo de Maidana, lo saco y por el dinero que nos dio decidimos hacer los tapizados nuevos de los asientos delanteros. Además, le colocamos las cabeceras que no las tenían.

Hace un mes, Ramiro, un amigo de Andrés, nos hizo la estructura de caño para el portaequipajes en el techo de la combi, con escalera incluida. Estas son de las partes más lindas del proyecto Combi: todos quieren colaborar y nos dan, además de ideas y empuje, colaboración “de onda”.

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Estructura para portaequipajes lista y comenzando a desarmar interior.

Otra vez volvimos a lo de Galván, el mecánico, para que cambie los bollileros de la rueda delantera derecha y el perno de la dirección.

Por sugerencia de otro amigo de Andrés, fuimos a visitar a otro mecánico. Este cambio las cuatro bujías, la correa y el filtro de aire.

Como se nota, no todo es la parte visible. Al ser un automóvil que tiene sus años el mantenimiento (que no lo tenía) es esencial y además, para el viaje que queremos emprender de tantos kilómetros, es necesario que este lo mejor posible.

En unos días Gastón, el chapista, nos espera. Ya fuimos a verlo y tenemos que hacer el cambio de piso que está muy podrido. También los zócalos. El resto está bastante bien. Tuvimos que desarmarla por dentro, quitarle todos los paneles, para ver en qué estado estaba el resto de la chapa. Se ve que al estar tapada o cubierta, se conservó mejor. Una vez que salga del chapista, va camino al electricista y luego podremos empezar a armar los paneles internos.

Nos solo nos ayudaron y ayudan quienes nos acompañan, nos apoyan y nos dan ideas, sino toda la información que pudimos compartir con los amigos de Facebook que tienen el mismo proyecto y muchos de ellos que ya están en ruta.

 

SEGUNDA ETAPA: LO QUE SE VE, LO QUE VENDRÁ.

Podríamos decir que tenemos la mitad de la cosa resuelta. Algunos la verán y dirán que el asunto está muy verde y que falta bastante. Pero como todo es una cuestión esencialmente de perspectiva: para nosotros la mitad está lista.

Una vez que el chapista nos la entregue con su piso nuevo y sus agujeritos y “agujerotes” bien tapados, tenemos que llevarla a que le vean la parte eléctrica. La idea es recuperar el tablero en su totalidad, verificar todas las luces y, no es un dato menor, que nos pongan la bocina.

Cuando éste paso este cumplido, tenemos que empezar a armar la casita por dentro: cubrirla con antióxido, colocarle aislantes para el frío y el ruido, colocar el sillón/cama, cortinas… La idea final es, cuando esté completamente lista (o al menos bastante avanzada por dentro) se va para darse la lavada de cara final: la pintura. Azul y blanca, como el logo de MedioMundo, como la pensamos desde el primer día.

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Cuando quitamos los paneles de las puertas delanteras, hubo que hacer un arduo trabajo de limpieza.

 

UN MIENTRAS TANTO

Yo siempre trato de pensar que estamos en la mitad, o por lo menos un pasito más cerca del final. Me resulta más liviano así. Pienso en todo lo que hicimos hasta hoy, que es bastante. Miro, para escribir esta primera parte, la libreta de mantenimiento que conseguimos a través de los chicos de Semilla Viajera y hay tantas anotaciones y datos y mecánicos y electricistas y chapistas y gomeros, que hasta parece que ya casi está lista.

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Libreta de Mantenimiento de la combi hecha por Semilla Viajera

La idea de la partida definitiva es marzo. No sé si llegaremos, pero tener la referencia es bueno y nos sirve para organizarnos mejor en las distintas etapas.

Hace unos días, un viernes por la tarde para ser exacta, cuando la jornada laboral semanal llego a su fin, le decía a Andrés que a veces siento que soy como un aparato electrónico que está llegando a su fin, en rojo y marcando “low batery”. La rutina, los horarios, el bendito despertador sonando a las 6.08 de la mañana, los trámites de mutual, el trabajo dentro del Estado, el sueldo escaso… así podría seguir por horas.

Mientras tanto, nos espera en breve una escapada a Santiago de Chile en “plan local” total (para mí) que me tiene con muchas ganas. Voy a intentar sacarme el medio traje de viajera para tomar el de local, quedando medio y medio. Quiero caminar por la ciudad con la Cordillera como referencia, usar el metro para llegar rápido y el Transantiago para pasear, escuchar una cueca y las salutaciones de “weeeena weon” cuando Andrés se vea con sus amigos. Comprar una marraqueta en el supermercado, comer unos ricos mariscos, celebrar con un curanto. Y para despuntar el vicio, darme la revancha: me voy a pasar una tarde adentro de La Chascona, (no puedo no pensar en Pablo después de Isla Negra). No sé si alcanzará para todo, pero lo intentaré.

Y luego nos espera México, en diciembre, para pasar mi cumpleaños en la Ciudad más monstruosa de América Latina. Quizá sean nuestras últimas vacaciones de 15/20 días, o al menos las últimas por un tiempito largo.

Mientras tanto, Andrés, Cósmica y yo, vamos investigando los mapas, las rutas, llenos de ideas y proyectos. Aguantando lo que queda pero por una buena razón, para lo que estamos, para lo que venimos: cumplir los sueños.